Desde Jardinable pensamos que la jardinería sostenible no es difícil, tiene tres premisas básicas: cuida tu suelo, guarda tus semillas… y haz compost
La definición de jardinería que hace el diccionario no es del todo exacta. La jardinería no tiene que ver sólo con las plantas, sino también con todo lo demás: el suelo, los insectos, los pájaros, los mamíferos y los reptiles, y cómo te sientes en este mundo. Las plantas son el florecimiento final, el premio de reciprocidad de todos los demás.
Por eso, si tu objetivo es sólo cultivar plantas, la jardinería puede ser frustrante: el jardín (ese ente que acabamos de definir) a menudo se reirá de ti y te enviará babosas o malas hierbas. Para que un jardín tenga éxito, tiene que reconocer también los deseos de los moradores no humanos. De este modo, la jardinería se convierte menos en un acto y más en una relación con la tierra y las muchas cosas que sostiene.
Una vuelta a lo natural con jardinería sostenible
En una época en la que se nos dan tan pocas oportunidades de tener relaciones significativas con el mundo natural, la jardinería es nuestro camino de vuelta, porque puede hacerse en cualquier lugar: en una azotea, en el alféizar de una ventana, en un balcón, en tu patio trasero o con una comunidad. Esta relación también te da la oportunidad de salir del sistema consumista por un momento. Cuando se cultiva en lugar de comprar, se altera la cadena de suministro: cada pizca de tomillo cultivado en casa cuenta. Puedes hacer trueques, cambiar calabacines por pasteles o regalar cosas.
Si tienes un huerto puedes alimentar no sólo a tu familia. Cada planta cultivada sin productos químicos alimentará la red alimentaria del suelo -miles de insectos, desde pulgones hasta mariposas- y, con ellos, a los pájaros. Mejor aún es guardar tus propias semillas. Puede que ese pequeño paquete de semillas sólo cueste unos pocos euros, pero está lleno de recursos, desde la mano de obra hasta los fertilizantes y el combustible para el transporte. También ahorras para el futuro: cada semilla guardada, cultivada y guardada de nuevo empezará a adaptarse a tu suelo, ayudando así a las generaciones futuras.
Si tienes que usar productos para controlar plagas practicando jardinería sostenible , intenta que sean con el menor impacto ambiental posible, dirigidos a esa plaga o enfermedad, pero no de los que eliminan todo, incluyendo los insectos beneficiosos para el jardín.
Los residuos tienen valor
Puedes tomar lo que es un residuo y convertirlo en algo que llegarás a considerar más valioso que el oro: una buena tierra. Al compostar, reduces tu huella de carbono y financiera; tus residuos no tienen que ser transportados, ni tienes que comprar nutrientes. Al aceptar el valor de la materia descompuesta, empezarás a ver el fracaso bajo una nueva luz: ese calabacín que sucumbió al moho no habrá fracasado si vuelve al compost. La voluminosa masa de hojas de calabacín alimentará a miles de millones de microbios.
No siendo demasiado ordenado, puedes crear un santuario. Cada pila de madera u hojas podridas, cada cabeza de semilla que haya quedado durante el invierno, cada rincón que no haya sido limpiado de malas hierbas, cada estanque o balsa de agua de lluvia proporcionará un refugio seguro a alguna criatura. Nuestro enfoque es que seas ordenado y limpies, pero que en la medida de lo posible, dejes siempre algún rinconcito donde de forma natural puedan mantenerse el resto de miembros del ecosistema de tu jardín.
Todo esto es urgente, para que la próxima generación pueda aprender lo que significa la jardinería: hacer un hogar para todos, y puede que tengamos una oportunidad de luchar contra el cambio climático.
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Este vídeo da algunos consejos interesantes para hacer un jardín sostenible .
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